El Papa Francisco ha dedicado su audiencia general al «mal» del trabajo infantil, afirmando que los cristianos «no pueden permanecer indiferentes» cuando «los niños, en lugar de ser amados y protegidos, son privados de su infancia, de sus sueños (y) se convierten en víctimas de explotación y marginación».
Por Christopher Wells
La Navidad es el momento propicio para reflexionar sobre la situación de los niños, afirmó el Papa Francisco en la audiencia general, y explicó que dedica dos catequesis semanales al «mal» del trabajo infantil.
Lamentó que «el siglo que ha creado la inteligencia artificial y proyecta existencias multiplanetarias aún no ha considerado el mal de la infancia humillada, explotada y herida de muerte».
Mirando primero las Escrituras, el Santo Padre afirmó que la palabra «hijo» aparece casi 5.000 veces en el Antiguo Testamento. «Los niños son un regalo de Dios», dijo, citando los salmos, pero «desgraciadamente, este regalo no siempre se respeta». A lo largo de la historia, el Antiguo Testamento muestra no sólo los «cánticos de alegría», sino también los «gritos de las víctimas»: «Piensa en cuántos niños hoy mueren de sed o de hambre, o son despedazados por las bombas».
Volviendo al Nuevo Testamento, el Papa Francisco recordó el asesinato de inocentes por Herodes en el nacimiento de Cristo: «una triste tragedia que se repite de otras maneras a lo largo de la historia». Jesús, María con su madre y San José «se ven obligados a vivir la pesadilla de convertirse en refugiados en tierra extranjera, como les ocurre a muchas personas hoy».
En su ministerio público, cuando los niños son llevados a Jesús, rompe con la tradición de tratar a los niños como «meros objetos» y les dice a sus discípulos que los dejen venir a Él. Es más, afirmó el Papa, Jesús propone a los niños como modelos a imitar por los adultos».
Destacando la situación «excesiva» de los niños obligados a trabajar y explotados por una economía que no respeta la vida, el Papa Francisco afirmó: «Quienes se reconocen hijos de Dios no pueden permanecer indiferentes, no pueden aceptar a nuestras hermanitas. y los hermanos, en lugar de amar y proteger, les roban su infancia, sus sueños, víctimas de la explotación y la exclusión».
El Papa Francisco concluyó con su catequesis que Dios «abre nuestra mente y nuestro corazón al cuidado y a la ternura» y que «cada niño y cada niña es capaz de crecer en edad, sabiduría y gracia, recibiendo y dando amor».