Estas 16 monjas fueron guillotinadas durante la Revolución Francesa. Ahora el Papa los ha canonizado

Estas 16 monjas fueron guillotinadas durante la Revolución Francesa. Ahora el Papa los ha canonizado

El 18 de diciembre, el Papa Francisco canonizó a los Mártires de Compiègne, un grupo de 16 monjas Carmelitas Descalzas que fueron ejecutadas durante el Reinado del Terror de la Revolución Francesa.

Su extraordinaria fe y coraje ante la muerte brindan lecciones eternas sobre la fe y la resiliencia.

Estas monjas, dirigidas por su priora, la Madre Teresa de San Agustín, abrazaron su destino con un profundo sentido de propósito espiritual, dejando un legado duradero.

La religión y la Revolución Francesa

La Orden de los Carmelitas Descalzos es una orden religiosa católica fundada en el siglo XIX por dos santos, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. El nombre de la orden incluye la designación «complicado», que significa «sin zapatos», en referencia a su regla de andar descalzo o usar sandalias.

Los carmelitas se dedican por completo a un estilo de vida contemplativo y viven en monasterios de clausura.

una monja
Teresa de Ávila fue pintada por Peter Paul Rubens, hacia 1615.
©KHM-Museumsverband, CC BY-NC-ND

La Revolución Francesa, marcada por su anticlericalismo y reorganización social radical, trastornó profundamente la vida religiosa. La Constitución Civil del Clero de 1790 declaró ilegales los votos religiosos, lo que obligó a la mayoría de las comunidades monásticas a disolverse.

La comunidad religiosa carmelita de Compiègne, fundada en 1641 y famosa por su piedad, no se disolvió. En agosto de 1792, el gobierno revolucionario ordenó el cierre de todos los monasterios ocupados por mujeres.

En septiembre de 1792 las monjas fueron expulsadas del claustro. Las monjas mantuvieron en secreto su vida comunitaria gracias al apoyo de la comunidad local. Siguieron oraciones y actos de devoción.

Un gran salón; reza una monja.
Los claustros de una monja, Simon Quaglio, alrededor de 1835.
El Museo Metropolitano de Arte

El compromiso de las monjas se inspiró en una visión profética vivida por sor Élisabeth-Baptiste en 1693, que vio a su hermana en un profundo acto de sacrificio para seguir a Jesucristo. El registro escrito de esta visión, conservado en los archivos del monasterio, resonó fuertemente en la Madre Teresa, priora del Carmelo, mientras los católicos soportaban el torbellino de la Revolución.

En noviembre de 1792, la priora propuso un acto de consagración insólito: las monjas ofrecerían su vida por la salvación de Francia y de la Iglesia. Desde entonces, cada monja se ofreció diariamente por la salvación de Francia, orando por la paz y la unidad.

Arresto y juicio

La creciente hostilidad de la revolución hacia las comunidades religiosas llevó al arresto de monjas en junio de 1794 durante un período de masacres y ejecuciones públicas conocido como el «Reinado del Terror».

Considerados «enemigos del pueblo» por su continua práctica religiosa y su lealtad a la monarquía, fueron trasladados a la prisión de la Conciergerie de París, que albergaba prisioneros como la reina María Antonieta.

Durante su juicio el 17 de julio, el fiscal, el conocido Antoine Quentin Fouquier de Tinville, los acusó de fanatismo, definido como su firme adhesión a su fe.

Las monjas impugnaron la acusación y pidieron una definición de fanatismo. Este acto de desafío puso de relieve lo absurdo de las acusaciones y expuso la persecución de las creencias religiosas por parte del régimen como una amenaza a sus ideales revolucionarios.

Ejecución y herencia

Esa noche, las monjas desfilaron por París en carruajes abiertos camino a la ejecución. Por ejemplo, cantaban himnos. Salve Regina y Miseria.

Al hacerlo, continuaron proclamando su adhesión a su fe, dispuestos a dar la vida para que terminara el terror y los católicos franceses no fueran perseguidos.

Al llegar a la guillotina de la plaza Trône Renversé, renovaron sus votos. Sor Constanza, la más joven, de 29 años y todavía novicia debido a las leyes revolucionarias que prohíben las profesiones religiosas, fue la primera en subir al cadalso. Cuando se acercaba su muerte, comenzó a cantar. Laudate Dominum omnes gentesUn himno que proclama la misericordia de Dios.

Una a una, las monjas la siguieron.

Monjas junto a una guillotina y en el cielo.
Carmelitas de Compiègne frente a la guillotina, Louis David, 1906.
Wikimedia Commons

El verdugo y los testigos informaron de su extraordinaria compostura y del solemne silencio de la multitud. La Madre Teresa, la última en morir, continuó su papel de líder espiritual hasta el final, completando la ofrenda sacrificial de la comunidad.

Diez días después, el líder revolucionario y arquitecto del Terror, Maximilien Robespierre, fue arrestado y ejecutado, poniendo fin efectivamente al Reino del Terror. Los católicos franceses han interpretado el martirio de las monjas como una aceleración de la muerte de Robespierre, considerando su sacrificio como un poderoso acto de intercesión por una nación en crisis.

Lecciones de convicción y resiliencia

En 1906 el Papa Pío X beatificó a los mártires de Compiègne. La beatificación significa que la Iglesia reconoció su entrada al cielo y que podía orar por quienes rezan en su nombre.

En diciembre pasado, el Papa Francisco canonizó a las mujeres mediante la canonización igualitaria. También conocida como canonización equivalente, es un proceso mediante el cual el Papa declara santa a una persona sin los procedimientos de milagro judicial y atribuciones formales que son comunes en el proceso de canonización.

Este raro procedimiento se utiliza con personas veneradas desde su muerte y cuya santidad y virtudes heroicas están firmemente establecidas en la tradición de la Iglesia.

La fiesta de los Mártires de Compiègne se celebra el 17 de julio, aniversario de su último acto de fe.

Los Mártires de Compiègne muestran una fe y un coraje increíbles. La decisión de ofrecer vidas como sacrificio colectivo subraya el poder transformador de la convicción. Ante la amenaza de muerte, demostraron notable unidad espiritual y fuerza, encontrando fuerza en un compromiso compartido con Dios y su comunidad.

Sus historias nos inspiran a reflexionar sobre la naturaleza de la resiliencia y los valores que defendemos en tiempos de crisis. Al mantenerse firmes en sus creencias, revelaron la profunda influencia de la fe y la capacidad del espíritu humano para soportar la adversidad.

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